La Selección Española de baloncesto acaba de cerrar en este Eurobasket una de las etapas más gloriosas de su historia. El adiós de Sergio Scariolo, tras 14 años al frente del banquillo, nos deja una mezcla de tristeza, gratitud y esperanza. Se marcha el hombre que nos enseñó a creer que las medallas eran rutina, que lo normal era luchar por lo imposible. Y lo hace después de un campeonato amargo, que marca el final de una era, pero también la puerta de entrada a un nuevo ciclo.
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Sergio Scariolo da sus indicaciones a Mario Saunt-Supéry. Foto Gigantes del Basket |
“Me siento en paz con mi conciencia porque creo que todo lo que tenía lo he dado”. Así resumía Scariolo sus sentimientos en la rueda de prensa de despedida. Y es imposible no darle la razón. Nos ha regalado ocho medallas y veranos inolvidables: el oro de 2009, el de 2011 con Navarro convertido en leyenda, la plata olímpica de Londres, el Mundial de 2019 o el último Eurobasket de 2022, con un Alberto Díaz, al que vimos crecer en Clínicas Rincón Axarquía de la mano de Unicaja, y que desde Málaga, llegando por la puerta de atrás a la cita, conquistó el corazón de todo un país. Han sido años en los que nos acostumbramos a sonreír, a vibrar, a sentir que la Selección era parte de nosotros, que tanto disfrutamos de este deporte.
Este Eurobasket, sin embargo, fue otra historia. No pasamos de la fase de grupos. Dolió ver cómo se escapaban partidos que en el pasado parecían rutina. El fracaso tiene muchas causas: las lesiones, las ausencias, algunos errores desde el banquillo… pero también una realidad evidente como que hay jugadores que ya no están al nivel que exige una camiseta como la de España. Los tiros libres fallados, los triples que no entraban, la falta de carácter en los minutos decisivos… todo pesó demasiado. Y, sin embargo, incluso en la derrota encontramos motivos para creer. Dos chavales, Mario Saint-Supéry y Sergio de Larrea, dieron un paso al frente con apenas 18 y 19 años, respectivamente. Con descaro, sin miedo, llevaron al equipo en momentos donde otros, con más nombre, se escondieron. Su crecimiento en este torneo vale oro, aunque no haya medalla colgada en el cuello. A ellos se unirán pronto Hugo González y Baba Miller, que también representan esa nueva generación que pide paso a gritos tras acumular triunfos en selecciones inferiores. El futuro ya está llamando a la puerta.
Quizá ese sea el último gran servicio de Scariolo al asumir el peso de una despedida amarga y dejar el terreno preparado para una renovación profunda. No todos los veteranos se marcharán, pero es evidente que el relevo ya no puede esperar más. Y el próximo seleccionador tendrá dos años por delante para construir sin prisas, con un horizonte que apunta a 2027 como el momento de volver a soñar. Ahora mismo, al mirar atrás, cuesta no emocionarse. Recordamos aquel verano de 2008 de la plata olímpica en el día del entierro de mi padre, que dio paso a la llegada después de Sergio Scariolo en 2009, ganando en aquel Europeo todas las eliminatorias por casi 20 puntos, la selección de 2011 con Navarro jugando como los dioses, aquel del de 2015 con Pau Gasol vengándose de Francia en su propia casa, el Mundial imposible de 2019 con Marc y Ricky llevándonos a la gloria, o el 2022, cuando descubrimos que incluso sin las grandes estrellas se podía tocar el cielo con un Juancho que poco ha tenido que ver con el de este verano. Han sido veranos mágicos, compartidos en familia, en bares, en plazas, en cualquier rincón donde hubiese una tele y un balón botando en la pantalla.
Y en medio de esta transición generacional hay un nombre que brilla con luz propia para los que vivimos y sentimos el baloncesto desde la Axarquía: Mario Saint-Supéry. Con apenas 18 años, el rinconero se ha plantado en un Eurobasket sin complejos, con personalidad y descaro, demostrando que no se arruga en los momentos importantes. Verlo vestir la camiseta de la Selección y tirar del equipo cuando otros no aparecían ha sido un orgullo enorme para nuestra comarca. Mario se ha ganado un sitio en el presente y, sobre todo, en el futuro del baloncesto español. La Axarquía tiene ya a su abanderado en la nueva España que está por venir.
Scariolo se va en paz con su conciencia. Nosotros, con el corazón lleno de gratitud hacia él, dispuesto a vivir otra gran etapa ahora con el Real Madrid. El domingo posiblemente visitará el Carpena en el Unicaja-Real Madrid de pretemporada. Dos equipos también muy ligados a su historia. Gracias a él, vivimos la época más brillante del baloncesto español y malagueño, y eso no nos lo quita nadie. Ahora empieza un nuevo camino en la selección a la espera de quién será el que lleve las riendas baloncesto español en las próximas citas; con dudas, sí, pero también con ilusión. Porque si algo nos ha enseñado esta Selección es que siempre vuelve. Mientras tanto, no queda más que decir gracias, Sergio. Por todo.
Redacción: Antonio J. Reyes | Basket Axarquía
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